Hoy por la mañana iba escuchando la radio y estaban entrevistando al buen Chetes, para quienes no lo conozcan, Chetes es un canta-autor regiomontano medio folk, medio rockero, medio…. medio muchas cosas, el chiste es que su música me gusta mucho y creo que es de esos artistas mexicanos que vale la pena seguir, en la entrevista, estaba presentando su nuevo álbum Hipnosis, que es su segundo álbum como solista (antes estuvo en Vaquero y antes en Surdok) y dentro de as muchas cosas que dijo, avisó que su álbum estaría en formato en mp3 (que se podrá bajar próximamente desde iTunes), en CD y (lo que me sorprendió mucho), en vinil (acetato o como le quieran decir).
El asunto aquí (que es lo que me lleva a escribir en el blog) es que uno de los entrevistadores, el locutor Raúl Vázquez “Rulo” @ruleiro, le dijo que eso del vinil estaba muy bien ya que comprar uno le llamaba más la atención que un CD, porque con la tecnología que ahora hay, bajarte el disco (legal o ilegalmente, aquí, esto no lo dijo Rulo, pero me gustaría abordarlo más adelante) y comprar un CD en cuanto a calidad se refiere es exactamente lo mismo.
Eso me llevo a pensar algunas cosas y me llevo a repensar lo que escribí hace ya algún tiempo y que causó mucha polémica sobre la Ley Sinde.
En esa entrada básicamente criticaba la aprobación (dentro del “paquete” de Ley de Economía Sostenible LES) por parte del parlamento español de la llamada Ley Sinde (llamada así por la legisladora que la propuso, Ángeles González Sinde) ya que desde mi punto de vista, lejos de proteger a los creadores de contenidos digitales como músicos, escritores, productores, etc. lo que hacía, o más bien hace, es limitar y restringir la libre circulación de contenidos en internet.
Al respecto y como podrán ver en la entrada, los comentarios fueron muy variados, desde quienes defendían su postura a favor de la ley, argumentando que “nosotros” (los que bajamos contenido de la red) somos unos zánganos que sólo viven de lo que se “roban” en internet otros; también había comentarios en contra de la ley que me ayudaban a sostener mi argumento, en fin, como dije fue una entrada muy polémica.
Sin embargo volviendo al tema de hoy lo que reflexioné (y que no abordé en su momento para lo de la Ley Sinde) es que si hoy en día la llamada “piratería” (cada vez más me convenzo que eso de robar barcos y bajar contenidos de la red, no tiene nada que ver, pero bueno si así nos quieren llamar, está bien) se ha extendido es porque lo que nos vende “la Industria” (entendiendo por ella a todas las industrias defensoras de los derechos de autor, es decir, la industria discográfica, la editorial, la cinematográfica, etc.), generalmente es basura.
Déjenme explicar, cuando escuchamos la radio, vemos la televisión o una película, leemos un libro, vamos a una exposición fotográfica, etc. cada vez es más común que nos ofrezcan artistas de plástico, a que me refiero con esto, pues a que la producción de dichos artistas parece más estar hecha en una línea de ensamblaje que por la producción individual del artista, es decir cada vez más, todo se parece a todo, y es normal que hoy Lady Gaga, se parezca mucho a lo que fue hace algunos años con Britney Spears (ojo aquí no estoy diciendo que sus estilos sean los mismos o que sus canciones sean iguales, aquí lo que critico es que en este momento la popularidad de Gaga es parecida a lo que en su momento fue la de Spears), o que por ejemplo hoy para mí Avatar (la película de James Cameron) me parezca un vil refrito (eso sí con muchísima lana invertida y unos efectos increíbles pero no por eso deja de ser un refrito) de Pocahontas.
A lo que quiero llegar es que “la industria” nos ofrece artistas que son fácilmente “desechables”, lo vemos todo el tiempo, por ejemplo en México, Camila, Motel, RBD y todos esos grupos (que en su momento fueron vendidos como “la última coca-cola del desierto”) hoy están desaparecidos, no sólo por su inexistente producción, sino porque que incluso están desaparecidos del inconsciente colectivo, porqué, por que hoy ya hay otros “grupitos” que llenaron ese espacio (disculpen pero la verdad no soy muy popero y no sé qué es lo que está de moda en el pop de hoy), pero ustedes pueden llenarlo con el artista que se les venga en gana.
Entonces si “la industria” ofrece cosas desechables, es normal que los consumidores, consuman y desechen con la misma facilidad, con lo que el dilema entre comprar el CD y bajarlo gratuitamente (legal o ilegalmente) deja de existir, ya que racionalmente no hay razones para pagar por algo que incluso nosotros mismos sabemos que vamos a desechar rápidamente.
Sin embargo qué pasa cuando de entre ese gran montículo de “basura desechable” aparece algo de verdadera calidad, entonces vuelve a existir el dilema entre comprarlo y bajarlo, esto lo manejaban también los muchachos de Wu Ming (colectivo de 5 italianos que escriben individual y colectivamente) en el texto que por cierto se puede descargar libre y gratuitamente desde mi página de Documentos, si no mal recuerdo es el “Tercer Round” del libro “5 ensayos combativos en contra del CopyRight ©”, en dicho texto lo que decían es (voy a parafrasearlos un poco): “ supongamos que tu eres un individuo “X” que no tiene dinero (o ganas) para comprar alguno de nuestros libros, entonces decide bajarlo desde la página de Wu Ming, lo lee, le gusta (aquí es donde entra la calidad) y decide comprarlo, ahora bien, supongamos que a “X” le gustó tanto que decide regalarlo, entonces comprará otro ejemplar (o muchos si lo quiere regalar a muchas personas) y lo regalará, entonces por una copia gratuita o “pirata” en los términos que la industria nos ha hecho creer que es la piratería, tenemos que se vendieron uno o más ejemplares de nuestra obra”.
Ahora voy a volver al punto con el que inicié toda esta entrada, @ruleiro decía que entre comprar un CD y bajarlo es mejor bajarlo ya que te ofrece una calidad (ojo, calidad en sonido, calidad técnica) igual que la del CD, sin embargo cuando Chetes habló del vinil (esa calidad llámenosla, subjetiva), es calidad que no ofrece un medio digital como podría ser un mp3, es valorada como algo superior que merece la pena ser comprado.
A lo que quería llegar es a este punto, la calidad (la subjetiva) nos lleva a valorar las cosas en un nivel superior, nadie me podrá decir (bueno eso espero) que entre Pearl Jam y Creed no hay un abismo de calidad, donde el segundo es una vil copia del primero y donde el primero ha innovado mucho más que el segundo y tiene una mejor calidad en cuanto a canciones, producción, edición, interpretación, etc.
O que entre una película como “Alvin y las Ardillas” o incluso “Avatar” (lo siento no se me pudo ocurrir algo mejor) y “UP” o “Fantastic Mr. Fox” (Las últimas dos, películas de animación que me sorprendieron y que recomiendo ampliamente), también hay un abismo, siendo que las primeras dos (con todo y los millones que se pudieron haber gastado en su producción) no le llegan ni a los talones en historia, guión, argumento, desarrollo, complejidad de los personajes, etc. a las dos últimas.
Entonces qué es lo que pasa, que desde el punto de vista de la calidad de un producto (calidad subjetiva) yo prefiero mil veces comprar (original y legalmente) una película como “Fantastic Mr. Fox” a una película como “Avatar”, porque, porque ahí si entiendo que el valor agregado de esa calidad vale la pena para que yo remunere al autor (que aquí vuelvo al punto de quién es el autor, pero bueno no ahondaré ya que se suelta la polémica loca jeje) por su obra.
En resumen, puedo encontrar que en “la industria” hay dos tipos de “calidades”:
Una calidad que me gusta llamar técnica, basada justamente en los avances de TECNOLOGÍA, pero que no pasa de ser simplemente una herramienta. (Desde este punto de vista “Avatar” es excelente en cuanto a calidad técnica)
Y otra “calidad” que me gustaría llamar subjetiva, en la cual encontramos rasgos que diferencian a la obra en cuestión de las demás producidas casi casi “en serie” y que le confiere un valor “meta monetario” que hace que una persona se decida a comprarlo porque representa algo especial para ella.
Sobre este último punto, pes pido que reflexionen y que se den cuenta que todos hemos hecho algo de lo que les voy a describir a continuación:
Tengo un buen amigo (un saludo para el buen Solaris que escribe en “El Industrial México”, el es un férreo defensor de los derechos de autor, sin embargo el otro día reconocía que él de vez en cuando compra películas piratas, pero que si le gustan (nuevamente la calidad subjetiva) las compra originales.
Lo mismo pasa con los libros, me pasó a mí con el libro de los “5 ensayos en contra…” y en general, si lees una novela y te gusta la compras, si se trata de esta industria “de plástico”, entonces lo más probable es que lo bajes (sin importarte si es legal o ilegalmente, pues no le das ese «valor agregado» de calidad), lo uses y lo deseches.
Espero que con esto no se desate nuevamente la polémica, pero de ser así, pues bienvenida.
Saludos.